14.4.13

[Reseña] Bolívar, de John Lynch. (3 y último),

“ Así nació el culto a Bolívar, y él pudo por fin reunirse con su Venezuela natal, un país sin una prehistoria distinguida ni una experiencia colonial destacable que sólo se había hecho grande con la independencia que él se había encargado de conquistar en su nombre” (Lynch 2006: 400). 

Los tres o cuatro últimos capítulos del libro de Lynch sobre Bolívar son para mí los más interesantes. Refiere a la liberación del Perú, a las historias de Manuelita, a la creación de Bolivia, pero sobre todo al desmoronamiento de la Gran Colombia y al mismo tiempo, del gran Bolívar. 


 Lynch reflexiona mucho más y nos advierte con mucha delicadeza de lo que será el cierre del libro: la construcción del culto a Bolívar y su perpetuación. En sus últimos años, el Libertador vio no sólo cómo sus sueños de la América unida se desvanecían, sino cómo cada una de las partes caía víctima de los caudillismos, de la mala administración y de las luchas internas. Un debate rico en el que Lynch también discute sobre lo que en verdad buscaba Bolívar: ¿Una monarquía, una monocracia, un presidente vitalicio? 

Imposible abrir este debate sin entender la época. Una Gran Colombia llena de ignorancia, de luchas raciales y de desigualdades. Como dice el autor, la lucha de independencia consiguió una gran revolución, pero apenas una reforma social: el poder seguía en manos de oligarquías, el pueblo continuaba en su ignorancia y era fácilmente manejado por unos cuantos. Si naciera de nuevo, el Libertador se daría cuenta que no hemos avanzado mucho. 

Bolívar se daba cuenta de lo infructuoso de su revolución sin un gobierno fuerte. Sus oponentes debatían la noción de un presidente vitalicio, pero al mismo tiempo el generalísimo era incapaz de escuchar sus razones y persistía en una idea que no era bien vista por nadie. Con todo, sus conclusiones no dejan de ser tan actuales. Esta es parte de una carta al general Flores, presidente del Ecuador:

 “V. sabe que yo he mandado veinte años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1. La América es ingobernable para nosotros. 2. El que sirve una revolución ara en el mar. 3. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, ese sería el último período de la América”. 

Bolívar estaba convencido de que en la situación del momento, Venezuela era ingobernable sin un poco de rigor. Dice Lynch: “de enero a junio de 1827 Bolívar gobernó personalmente a Venezuela. En su proceder actúo convencido de que los venezolanos (y en general los hispanoamericanos) no estaban preparados para la democracia. Eran mezquinos, supersticiosos e ignorantes, y eran incapaces de entender la práctica del buen gobierno… [cita luego a Bolívar:] ‘en lugar de libertad, lo que encontramos es insubordinación y libertinaje disfrazados de patriotismo, intrigas y traiciones; la venalidad ocupa el lugar de las virtudes públicas, y las venganzas personales se recubren con el manto de la justicia’.” (2006: 304). 

La triste realidad. Después de que Sucre librara y ganara una batalla con el ejército peruano, Bolívar le responde: “No hay buena fe en América, ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida un tormento”. Si por un momento uno pudiera ponerse en los zapatos de Don Simón, seguro notaría la desesperanza de quien mira cómo una creación en la que se ha puesto todo el esfuerzo termina por desmoronarse sin que uno pueda hacer algo al respecto. 

 Las críticas a Bolívar son sin duda muchas, bastantes de ellas merecidas, pero también hay muchas cosas que reconocer, sin hacer de él un mártir. Como él mismo lo dijo en algún momento, “para juzgar de las revoluciones y de sus actores, es menester observarlos muy de cerca y juzgarlos muy de lejos”. 

Coincido y creo que fue un hombre de su época. Un hombre en todos los sentidos: humano, amante, iracundo, enérgico, decidido, espontáneo, ilustrado y,
a pesar de todo, muy conservador y deseoso de copiar el modelo británico. 

Un libro sin duda interesante y recomendable en el que el autor no puede eximirse de su desdén por el gobierno chavista, pero tampoco del culto a Bolívar (¿quién, que lo estudie un poco, puede negar su huella histórica?). 

Es cierto que, como lo dijo alguna vez a quien le ofrecía coronarse emperador, “Colombia no es Francia, ni yo soy Napoleón”, pero muchos de los sucesos de la época ofrecen buenos paralelismos con la actualidad. 

Me quedo con una reflexión: hay que saber renunciar y partir a tiempo. 

Et ceci dit, je m’en vais. 

Lynch J. 2006. Simón Bolivar. Editorial Crítica. Barcelona. 478pp.

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